29.4.15

Técnicas para trabajar la rabia con niños



Hoy quiero compartir con vosotros una clase especial de yoga en la que trabajo con los niños de entre 3 y 12 años las emociones de “la rabia” y la “la ira”. La verdad que le tengo un especial cariño a esta clase, pues es con la que los niños más han participado. He notado que necesitaban muchas de las cosas que en ellas les enseñé. Las técnicas que se muestran a continuación no tenéis por qué usarlos en el orden que os doy ni como una clase de yoga. Simplemente podéis coger los ejercicios que creáis necesarios practicar en casa con vuestros hijos o en el aula con vuestros alumnos. Algunos son sólo para niños de entre 3 a 6, otros valen para todos. Pero yo prefiero explicarla como una de mis clases de yoga y relajación, porque en realidad es lo que es, y así acerco mi trabajo a otros maestros y familias que me lo han pedido.Por si no lo sabéis, en realidad en las clases de yoga para niños se trabaja mucho más que una serie de posturas y una relajación final. Cada clase tiene un tema especial en la que se practican técnicas y ejercicios concretos que los niños necesitan para comprender algo y llevarlo a cabo. El principal objetivo siempre es hacer comprender a cada niño lo que pasa dentro de su cuerpo, de su mente y de su corazón (los tres tienen la misma importancia), para saber cómo potenciar sus habilidades a la vez que gestionar sus emociones en momentos difíciles. Se conocen a ellos mismos, y desde ahí es más fácil que también comprendan y respeten a los demás.






En esta ocasión, esta clase que os muestro pretende trabajar con unas de las emociones más habituales en niños, sobre todo en los más pequeños: las rabietas y el enfado. Y por ello quiero empezar aclarando una cosa:
Cuando un niño se enfada los adultos solemos atacar al niño en vez de al enfado. Muchas veces parece que a nosotros mismos nos enfada que ellos se enfaden una y otra vez por las mismas cosas o varias. ¿Y esto no tiene sentido verdad? ¿Cómo nos vamos a enfadar porque un niño se enfada, cuando también nos estamos enfadando nosotros? No tiene sentido pero es habitual que suceda esto, y no nos paramos a pensar en ello lo suficiente. El enfado controla a niño y adulto y todo gira en torno a una espiral de rabietas, gritos, llanto y estrés, mucho estrés.
¿Pero qué pasaría si nos preguntamos lo siguiente?
Nos quejamos de los continuos enfados de un niño pero, ¿Les damos las herramientas adecuadas para que sepan o eviten que su enfado llegue a un nivel altoy más difícil de calmar?¿Les damos las herramientas suficientes para que un niño sepa reconocer que está enfadado y que desde ahí pueda resolver casi por sí mismo esa situación? ¿Les enseñamos herramientas con las que entiendan que enfadarse no sirve en la mayoría de los casos para algo bueno?

Habrá muchos padres y maestros que sí, pero estoy segura de que la mayoría tiene que responder un ROTUNDO NO a estas 3 preguntas. Bueno, a no ser que entre estas herramientas cuenten los castigos, la silla de pensar, el no comprender su enfado y reprimir sus emociones o el dejar sólo al niño mientras está pasando por una rabieta. ¿Es eso una buena herramienta? Un ROTUNDO NO otra vez.Es imposible evitar que los niños se enfaden, al igual que es imposible que un adulto se enfade. Lo que es posible, es que le hagamos entender desde que son pequeños que enfadarse en determinados ocasiones es normal, que a todos nos pasa, pero que poco a poco nosotros podemos evitar que el enfade nos controle antes de que hagamos cosas que nos hagan daño a nosotros y a los demás. Los niños necesitan ejercicios y técnicas para poder manejar su rabia y su ira. Técnicas que sean respetuosas y empáticas hacia ellos y su entorno.


Dejando que un niño llore sólo ante una rabieta sólo conlleva a que el enfado le controle más, le lleve a un alto estado de estrés y de alerta innecesaria que luego le llevará a estar más cansado e irritado. Y lo peor de esa situación es que lo que el niño ha aprendido es que cuando se enfada, se siente muy mal pero no comprende el por qué, no sabe controlarse y encima su familia tampoco lo entienden y lo ignoran. Piensa que lo que le pasa no es suficiente importante y acaba reprimiendo emociones que a la larga les causarán varios problemas físicos y emocionales.
En definitiva, no podemos pretender que los niños no se enfaden, o lo hagan en menor medida, si no les damos las herramientas suficientes para que sean capaces de controlarse.
No es que no puedan controlar su enfado, ¡es que no saben!